El colector del Barranco del Alamín en Guadalajara, se construyó en 1.990 sobre un antiguo canal árabe que data del siglo IX y recorre una extensa zona de unos 1.500 m. Se trata de un colector subterráneo de hormigón en masa con sección arco, con 4,6 m de altura y 5 m de ancho en la sección inferior, que transporta aguas fluviales y fecales.
En 2.002, se detectaron, en una zona concreta de unos 250 m de longitud, deformaciones importantes y fenómenos de fisuración con desplazamientos asociados que podían llevar incluso al colapso de la estructura. Por este motivo, se decidió llevar a cabo su reparación mediante un refuerzo de hormigón armado de 40 cm de espesor, que se construyó empleando como encofrado perdido una chapa grecada.
La dificultad de acceso de maquinaria al interior del colector, la alta densidad de armaduras del refuerzo y el reducido espesor del refuerzo, obligaron a la utilización de hormigón autocompactable preparado con un aditivo especial que limitaba la consistencia y la cohesividad. Éste se aplicó por medio de una bomba desde el exterior del colector a través de una tubería rígida de más de 100 m, descargando en la parte superior del encofrado perdido que conformaban los hastiales del colector.